Lo que la mascarilla escondía

Quitarnos la mascarilla ha supuesto dejar al desnudo una parte de la cara que algunos tenían olvidada. «Hay pacientes que no le habían prestado atención a esa zona y ahora ven mucha diferencia entre el tercio superior y el inferior. Se han estado preocupando de lo que se veía y ahora al quitarse la mascarilla sienten como si de golpe les hubiera envejecido la parte inferior. En determinadas edades, dos años se notan», señala la doctora Petra Vega, médica estética y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME).

Hay quien ha aprovechado estos dos años de mascarilla obligatoria para hacerse ciertos tratamientos, y otros que lo han ido dejando y ahora, al descubrise el rostro, es cuando han tomado conciencia.

«Lo que más estamos haciendo son arrugas peribucales, línea de marioneta, surco nasogeniano y remarcar el contorno del labio con ácido hialurónico», explica la doctora Vega. También se piden láseres y peelings para mejorar la calidad de la piel y afinar el poro, que se abre mucho con la edad.

Si lo que nos preocupa es el descolgamiento facial, la doctora apunta a los estimuladores de colágeno (policaprolactona, hidroxiapatita cálcica, ácido poliláctico) y a los hilos tensores como tratamientos que corrigen con un resultado más natural. El hialurónico da más volumen, por lo que se combina con los anteriores cuando la flaccidez se produce porque el hueso se ha ido empequeñeciendo, cuenta la experta . Si todo esto no es suficiente, se deriva al paciente a cirugía estética para un lifting.

Tampoco debería extrañarnos si, ahora al destaparnos, descubrimos que algún amigo, familiar o compañero de trabajo tiene una nueva nariz. «Se han hecho muchas rinomodelaciones con hialurónico y rinoplastias en la época de la mascarilla porque el proceso podía llevarse de forma más discreta», relata la doctora Vega.

En busca de la sonrisa perfecta

Dicen que la sonrisa es la mejor carta de presentación. Para arreglarla, a veces, hay que pasar por procesos durante los que preferimos no mostrarla. Por eso, muchos aprovecharon el uso de la mascarilla para realizarse ortodoncias y estar listos para el día en que nos dejaran ir sin ella. También aumentaron los blanqueamientos dentales en la época en la que las reuniones de trabajo eran telemáticas. «La gente se veía a sí mismo en la pantalla y se preocupaba», rememora el doctor Itamar Friedländer, ortodoncista y fundador de clínica dental Friedländer. En el último año y medio, también han visto un aumento del síndrome del diente fisurado: dientes sanos o empastes antiguos que simplemente se parten porque el paciente aprieta mucho. Ahora que nos hemos liberado del tapabocas, han detectado un aumento de gente que busca tratamientos estéticos como las carillas de cerámica y el blanqueamiento dental. «En odontología, la estética es la guinda del pastel. Lo importante es la funcionalidad y la salud de los dientes y encías. Hemos tenido muchas consultas por estética de pacientes que desgastan dientes, tienen caries o enfermedad de las encías. Antes de hacer un tratamiento estético, tienes que arreglar el problema de base», explica.

El experto también advierte sobre una moda que puede comprometer la salud dental: la ortodoncia invisible «do it yourself» con alineadores transparentes, en la que el paciente se hace todo en casa. «La gente quiere algo que sea rápido, de quita y pon, barato y que no duela, y no siempre se puede hacer. Estamos viendo pacientes con dientes que se han alineado, pero ahora no pueden morder, y hay que empezar todo de nuevo. Casos que hubieran sido sencillos y ahora son complejos. Alinear dientes es fácil, pero que encaje correctamente, que muerda bien y sea estético va más allá de la alineación. Siempre hay que consultar con un profesional entrenado. Es peligrosísimo escoger por el precio y no por la calidad del profesional», advierte Friedländer. Además, la ortodoncia invisible no es la panacea. Como cualquier otra técnica tiene ventajas y desventajas: «Es una herramienta más. Solucionan muchos casos, pero no todos. Puedes tratar a todo el mundo con ortodoncia invisible, pero igual no puedes llegar al 100% de resultados en todos los casos».

El odontólogo asegura que, en los últimos tiempos, ha detectado también un aumento de gente con la boca perfecta que, al ver en redes sociales a ‘influencers’ con dientes gigantes o muy blancos, viene buscando tratamiento estético. En su opinión es importante explicar a los pacientes los pros y los contras de estas intervenciones. «Para las carillas normalmente lo que hay que hacer es un tallado para eliminar una fina capa del esmalte del diente. Por muy bien que se haga, siempre tiene fecha de caducidad, necesita un mantenimiento, no es para toda la vida. Si empiezas con carillas con 20 años, muchas veces en la vida tendrás que cambiarlas y hay riesgo de caries en los márgenes. Además tallar el diente es irreversible. Es necesario un buen diagnóstico y ver si lo que pide el paciente tiene sentido», explica el ortodoncista.

En cuanto al blanqueamiento, la única pega es que en pacientes con encías delicadas puede generar mucha sensibilidad. «No se deben hacer blanqueamientos cuando hay caries o enfermedad periodontal», advierte. Respecto a la posibilidad de hacerlo en casa, el doctor Friedländer señala que en los productos de farmacia la concentración del principio activo es más baja, por lo que se necesita usar más producto y hay riesgo de quemaduras en las encías. «El producto profesional tiene más concentración y es más eficiente. En consulta controlas la sensibilidad a la que puedes llegar», afirma. Y lo que sí desmonta es la utilidad de las pastas de dientes blanqueantes. «Las pastas de dientes blanqueantes tienen productos más abrasivos, pero no blanquean», concluye.

Rutina para una piel luminosa

La retirada del tapabocas es una buena noticia para las pieles que han sufrido especialmente por empeoramiento de acné, de rosácea o aparición de dermatitis periorales. «Hubo un claro incremento de estas patologías asociado al uso de tantas horas de mascarilla», asegura el doctor Antonio Clemente, dermatólogo miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). Además, ahora que desnudamos la cara comprobaremos que, como explica el experto, en estos dos años ha habido dos tipos de pacientes: «El que ha aprovechado que el rostro estaba oculto con la mascarilla para cuidarse (tratamiento de labios, láser o peeling) y ahora va fenomenal, y el que se ha descuidado porque no le veía nadie y ahora, al quitarse la mascarilla, se han animado y empiezan a demandarnos tratamientos para arrugas en el tercio medio, surco nasogeniano y pómulo caído. La gente se vuelve a ver otra vez y quiere lucir buena cara».

Lo mismo ha pasado con las manchas. Hubo quien aprovechó la mascarilla para quitárselas y otros para ocultarlas. Las más comunes son los léntigos (pecas redondas que se producen por el sol acumulado); y el melasma, de tipo hormonal, que aparece como un paño difuso en frente o pómulos. En el primer caso lo más eficaz para eliminarlos es el láser. El melasma, apunta el doctor, se trata preferentemente con peelings despigmentantes y fórmulas magistrales despigmentantes.

Pero el primer paso para lucir una piel lustrosa es seguir una rutina básica de cuidados: una buena limpiadora adaptada al tipo de piel, una hidratante (oil free si la piel es grasa o nutritiva si es seca) y protector solar. El dermatólogo destaca este último por encima de todos, preferiblemente con FPS 50, y mínimo 30. «Es el cuidado básico que recomendamos los dermatólogos y se ha descuidado durante el uso de la mascarilla», afirma. Para la noche, el doctor Clemente recomienda cremas con retinol o ácido retinoico, usadas siempre con asesoramiento del dermatólogo ya que pueden irritar. Sirven como antiedad al estimular la formación de colágeno y mejoran la tendencia acnéica. «A partir de ahí, podemos complicar la rutina todo lo que queramos. Se le puede añadir contorno de ojos, exfoliantes uno o dos días por semana, sérum de vitamina C por las mañanas…», enumera el experto. Los cosméticos son un básico del cuidado de la piel, pero el doctor Clemente advierte de que hay cosas que no mejoran con cremas y, si queremos ir más allá, tendremos que optar por tratamientos médicos, siempre bajo supervisión del dermatólogo.

El síndrome de la cara vacía

Aunque la mayoría esperaba con ansia el momento de quitarse la mascarilla, otros no se sienten tan seguros con la cara al descubierto después de dos años tapada. Y no siempre es por miedo al contagio de Covid. En algunos casos, donde existen inseguridades con respecto a la apariencia física, la mascarilla ha sido un escudo. Al conjunto de síntomas que implican un malestar psicológico a la hora de ir sin mascarilla se le ha denominado «síndrome de la cara vacía». «Hay dos orígenes: uno, el miedo excesivo al contagio y otro, el más frecuente, es el miedo a mostrarse ante los demás. Esta última es la que más aparece, con diferencia, entre los adolescentes. Nos llaman muchos papás que sus hijos no quieren quitarse la mascarilla, que les da vergüenza, que se le ven los granos…», explica Margarita Carrasco, psicóloga de bluaU de Sanitas.

La experta asegura que tenemos cerebralmente una asociación entre llevar mascarilla y sentirnos protegidos y ahora nos enfrentamos a un nuevo escenario en el que las circunstancias epidemiológicas han cambiado. «La mascarilla, a nivel psicológico, ha sido protección por la imagen personal que no quiero enseñar. La adolescencia es una etapa a nivel evolutivo en la que aumenta la necesidad de aprobación y de pertenencia al grupo de iguales y eso se basa mucho en la imagen personal. Los adolescentes tienen más cambios físicos: con vello, con acné, ortodoncia, rasgos en su imagen facial que no les gustan. Cuantos más valores estéticos y más baja autoestima, mayores dificultades para quitarse la mascarilla», afirma.

En los adultos también puede ocurrir, aunque aquí pesa más el miedo al contagio porque la imagen física se tiene aceptada, nos guste más o menos. Ese temor a quedar descubierto ante el virus suele aparecer en personas con rasgos más hipocondriacos, detalla Carrasco. La psicóloga también alude a la importancia que ha tenido la mascarilla para las personas más tímidas, con ansiedad social, a las que les ha hecho sentir más protegidas.

Para poder atajar este recelo a quitarse la mascarilla, primero hay que identificar qué pensamientos tiene esa persona: si se trata de miedo al virus o a exponer su imagen. «La técnica fundamental que estamos trabajando es la exposición gradual progresiva. Primero en situaciones más sencillas y luego en las más complejas. Según se vaya reduciendo el miedo, pasamos a una situación de mayor dificultad. Por ejemplo, primero me quito la mascarilla con mi familia o amigos cercanos. Pero nunca hay que forzar ni obligar, para evitar la sensibilización y que cojan más miedo. Y esto vale tanto para casos estéticos como de hipocondría. Cuando veo que no ha ocurrido nada entonces puedo ir al siguiente paso porque hay experimentación propia, no me lo han contado», asegura la psicóloga. Además, si existe baja autoestima, hay que trabajarla: «Poner el foco en la parte positiva de mi aspecto y en los beneficios de no tener mascarilla: me voy a comunicar mejor, a tener relaciones más auténticas, menos calor, a respirar mejor».

¿Por qué nos vemos más guapos con mascarilla?

Algunos se muestran reacios a quitarse la mascarilla porque se ven más guapos con ella. Y esto puede tener una explicación científica. Expertos de la Universidad de Cardiff publicaron a principios de este año una investigación que sugería que usar mascarillas hace que parezcamos más atractivos. El estudio, publicado en la revista ‘Cognitive Research: Principles and Implications’, evaluó cómo diferentes tipos de mascarillas cambiaron la percepción de 40 rostros masculinos. En concreto, descubrieron que las mascarillas quirúrgicas azules aumentan el atractivo facial frente a otros tipos de cubrebocas.

«Una investigación realizada antes de la pandemia encontró que las mascarillas médicas reducían el atractivo, pero queríamos probar si esto había cambiado desde que las cubiertas faciales se convirtieron en omnipresentes, y entender si el tipo de mascarilla tenía algún efecto. Nuestro estudio sugiere que los rostros se consideran más atractivos cuando están cubiertos por mascarillas médicas. Esto puede deberse a que estamos acostumbrados a que los trabajadores de la salud usen mascarillas azules y ahora las asociamos con personas en profesiones asistenciales o médicas. En un momento en que nos sentimos vulnerables, el uso de mascarillas médicas puede resultarnos tranquilizador y, por lo tanto, sentirnos más positivos hacia el usuario», explica el doctor Michael Lewis, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Cardiff y experto en psicología de los rostros.

En el estudio, 43 mujeres participantes calificaron, en una escala del uno al 10, el atractivo de las imágenes de rostros masculinos sin mascarilla, usando una de tela, con mascarilla médica azul y sosteniendo un libro negro que cubre el área que ocultaría una mascarilla.«También encontramos que las caras se consideran significativamente más atractivas cuando están cubiertas con mascarillas de tela que cuando no están cubiertas. Parte de este efecto puede ser el resultado de poder ocultar características indeseables en la parte inferior de la cara, pero este efecto estaba presente tanto para las personas menos atractivas como para las más atractivas» apunta. La investigación se realizó en febrero de 2021, siete meses después de que los tapabocas se hicieran obligatorios en el Reino Unido. Se está realizando más trabajos con participantes femeninos y masculinos para ver si los resultados son verificables para ambos sexos.

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Fuente: ABC