Muchas instituciones se jactan de brindar una educación inclusiva, pero no todas lo hacen de verdad. La mayoría de las veces, esto no ocurre por falta de predisposición, sino más bien por carencia de conocimientos o recursos. La realidad obliga a los colegios a revisar sus metodologías, así como sus prácticas pedagógicas y profesionales.

Los profundos cambios sociales de las últimas décadas han puesto nuevos desafíos al sistema educativo. En este sentido, el concepto de inclusión escolar ha sufrido modificaciones a lo largo de los años y, afortunadamente, se encuentra en permanente transformación. Los marcos teóricos y legislativos han evolucionado y, con ellas, también las estrategias empleadas en el aula y fuera de ella.

¿Qué no es inclusión escolar?

La inclusión escolar es solo un aspecto de los tantos que involucra el paradigma equitativo que tiene como objetivo respetar la diversidad en todas sus formas. Esta se constituye a partir de una perspectiva ética que profundiza en la consolidación de los derechos humanos. Para aclarar confusiones frecuentes, haremos un recorrido por aquellas creencias erróneas difundidas en relación con la educación inclusiva. En este sentido, hay que tener en cuenta que la inclusión escolar no es lo siguiente:

  • Ayudar a que los alumnos encajen en el sistema educativo.
  • Darle a todos lo mismo.
  • Un asunto pensado exclusivamente para personas con discapacidad.
  • Una práctica que se da únicamente en contextos con niños.
  • Integración.

El sistema educativo se debe adecuar en función de las necesidades de los alumnos y de los profesores. De ese modo, se puede lograr que la comunidad sea más inclusiva.

No es ayudar a que los alumnos encajen en el sistema educativo

La inclusión escolar es justamente lo inverso. Se trata de que sean las instituciones las que ajusten sus prácticas a las necesidades de cada uno de sus alumnos. Es decir, implica un trabajo en equipo en donde los docentes, los equipos pedagógicos, los directivos y las familias adapten sus metodologías en pos de facilitar una comunidad inclusiva. Sin lugar a dudas, esto deja al sistema educativo un reto más que complejo. Se trata de un compromiso mutuo que engloba a todos los sujetos que forman parte de las escuelas, incluso al colectivo estudiantil.

“La inclusión social implica necesariamente la creación de contextos educativos que den respuesta a la diversidad de necesidades de aprendizaje, de modo tal de estar en condiciones de recibir a todas las personas de la comunidad, independientemente de su procedencia social, cultural o de sus características individuales”.

– Talou Carmen –

No es darle a todos lo mismo

Para comprender el valor genuino de la inclusión escolar, precisamos antes aclarar la distinción entre los términos de igualdad y equidad, dos conceptos que a menudo se confunden. Si bien ambas nociones nos permiten razonar la justicia social con respeto, no es adecuado pensarlas como sinónimos.

Al hablar de igualdad, nos referimos al hecho de que todas las personas somos iguales ante la ley. Esta es una garantía constitucional y a la vez una responsabilidad ética. Todos los seres humanos deberíamos tener todos los derechos garantizados, así como la misma obligación de cumplir con nuestras responsabilidades ciudadanas. La igualdad le otorga a todos los mismos recursos, sin privilegiar a unos o vulnerar a otros. Por su parte, la equidad reconoce la diversidad como aspecto diferencial, basándose en las necesidades particulares y en las situaciones específicas de cada quien.

Un sistema educativo basado en el principio de equidad no le da a todos lo mismo, sino a cada quien lo que necesita.

No es un asunto pensado exclusivamente para personas con discapacidad

La idea de que la educación inclusiva está creada exclusivamente para personas con discapacidad cognitiva, física o psíquica es absolutamente desacertada. La igualdad de oportunidades debe estar dirigida al alumnado en su totalidad. Se debe incluir a las personas con discapacidad, pero también a aquellas que tienen culturas, ideologías u orientación sexual diferentes a las de la mayoría.

Con o sin dificultades en el aprendizaje, todas las personas deben recibir las mismas oportunidades de acceso a la educación. Los aspectos y las condiciones individuales jamás deberían comprometer la socialización y la adquisición de conocimientos y experiencias enriquecedoras.

La UNESCO define a la Educación Inclusiva como un proceso cuyo fin último es alcanzar la inclusión social y la participación de todos a partir de estrategias educativas que respondan a la diversidad de demandas del alumnado. Precisa la importancia de trabajar particularmente con aquellos en riesgo de ser excluidos del sistema educativo y social (ya sea por discapacidad, pobreza, trastornos de aprendizaje y de conducta, entre otros).

La igualdad de oportunidades y el acceso a la educación debe ser para la totalidad de los alumnos, sin importar las condiciones individuales.

No se da únicamente en los contextos con niños

La imagen mental que se nos aparece a la mayoría cuando alguien habla de inclusión escolar, es la de un aula repleta de niños. Sin embargo, los jóvenes y los adultos también son parte de contextos académicos y pueden requerir de estrategias especializadas para romper con las barreras al aprendizaje y a la plena participación en escenarios escolares.

Inclusión no es integración

El concepto de integración ha adquirido una connotación negativa a lo largo de los años. Muchas veces es cuestionado, ya que supone que el problema está en el alumno. Es decir, el enfoque estaría puesto en el déficit de la persona. En consecuencia, se busca homogeneizar el aula y tener una estandarización de la misma.

Los establecimientos son los que deben adaptarse

La inclusión reconoce la diversidad como un aspecto válido y valioso. Desde este punto de vista, se busca reestructurar el sistema educativo y social de cara a una comunidad capaz de respetar y enriquecerse de las diferencias. Una escuela inclusiva facilita la eliminación de las barreras al aprendizaje. Es el sistema que se adapta a cada estudiante y no al revés.

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FUENTE: MujerHoy